domingo, 15 de mayo de 2011
Mountains, Air Museum
(Thrill Jockey, 2011)
En una primera escucha, Air Museum suena muy electrónico. Me recordó sobre todo a la electrónica progresiva de los 70. Pero es una sensación superficial. Ahondando un poco más, en seguida te das cuenta de que su sonido es en realidad muy orgánico, y no excesivamente distinto de lo que Mountains han venido haciendo desde el principio. El dúo ha trabajado con instrumentos acústicos y toda una variedad de pedales, sintetizadores y otras técnicas analógicas para producir una gran diversidad de efectos y texturas a partir de los sonidos originales, esta vez sin pasar a través de un proceso digital. Casi siempre resulta difícil reconocer los instrumentos, pero el sonido mantiene siempre la cualidad viva y vibrante de su naturaleza física. Evoluciona e irradia con una energía que sólo los instrumentos con cuerpo transmiten. Otro aspecto que llama la atención es el uso del ritmo, que nunca suena fuera de lugar ni rompe la tranquilidad expansiva del conjunto, sino que contribuye a ella en forma de pulsos energéticos, hipnóticos, que o bien toman el control en ese inédito juego con el ritmo que es "Thousand Square", o acaban confundiéndose en la profundidad dinámica de los drones (como en "Sequel"). Por otro lado y aunque no se ha usado el ordenador, la densidad de capas superpuestas de sonido (perceptible en escuchas atentas) revela el gran trabajo que hay detrás de cada tema, el cuidado artesanal de una música que siempre suena estructurada con complejidad y buen gusto.
Si bien la forma ha cambiado, el fondo sigue siendo en esencia el mismo. Esta música transmite calma y busca la belleza a través de la eufonía. Pero todo, incluso las grabaciones de la naturaleza (que el dúo integra cada vez con mayor habilidad), parece sonar como a través de un filtro sintético. El resultado es un extraño tapiz sonoro que trae a la imaginación escenas de jardines eléctricos, biosferas espaciales en las que interactúan seres y fuerzas naturales en una danza de armonía imprevisible. Este efecto se aprecia sobre todo en "Backwards Crossover", donde las grabaciones de campo irrumpen paulatinamente en la escena sonora creando una sensación extrañamente natural y una imagen paradísiaca de esas que tan bien saben recrear, un locus amoenus extraño que te eleva a paisajes de ensueño extraterrestres, envuelto en el canto de pájaros mecánicos e insectos de ruido eléctrico.
A pesar de resultar, al principio, un disco más difícil de apreciar que los anteriores, más exigente en suma, la escucha atenta y repetida va revelando un trabajo de experimentación admirable que, sin alejarse demasiado de los parámetros electroacústicos que marcaron el inicio de la formación, explora las posibilidades de diálogo entre la instrumentación acústica y las técnicas analógicas. Y todo ello con el carácter propio y la maestría probada de un dúo de artistas que, manteniendo una concepción casi plástica, espacial, artesanal del arte sonoro, y transmitiendo un tono emocional siempre positivo y un amor por el detalle y la eufonía que es ya marca de su unicidad, no deja nunca de evolucionar.
[escucha "backwards crossover" / mountains en fb / air museum en thrill jockey]
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