viernes, 28 de octubre de 2011

Wobbler, Rites at Dawn


(Termo, 2011)

Esta vez, Wobbler se han asomado a un mundo próximo a aquel otro al que los Yes de los 70 se asomaron: un ámbito luminoso, mágico y lleno de energía. Se han vuelto lúcidos en ese mundo onírico y han regresado para contárnoslo, con un disco alucinante.

Rites at Dawn resulta, como siempre, impresionante en lo técnico y muy interesante en lo compositivo. Ese eco de Yes está bien integrado en el sonido propio del grupo, de forma que el disco no suena como un clon, sino que resulta coherente con los anteriores pasos de la banda y aporta algo propio, nuevo y original. Porque aquí no se trata sólo de recrear el pasado. Aquí hay creatividad, entusiasmo y calidad, por parte de un grupo de músicos increíbles que, dentro de un compromiso formal con la edad de oro del progresivo sinfónico, no hace sino mejorar como banda y extraer nuevas maravillas de un rico universo musical que aún tiene, como se ve, mucho que ofrecer.

[escucha "la bealtaine" / el disco en termo records]

sábado, 22 de octubre de 2011

Opeth, Heritage


(Roadrunner, 2011)

No hay duda de que Opeth se ha ido convirtiendo, a lo largo de la pasada década, en una de las bandas de metal más grandes de los últimos tiempos, si no en la más grande. Discos como Blackwater Park y Ghost Reveries son ya clásicos que han atraído a una multitud de nuevos oyentes y, lo que es más significativo, a una gran variedad de nuevos oyentes. Pienso que esto se debe a que, en algún momento, Opeth trascendió el estilo musical en el que se había formado, escapando a las limitaciones del metal extremo y dándole a la vez una nueva dimensión, no sólo mediante las técnicas del progresivo que incorporaba en sus composiciones, sino quizá principalmente por un talento o una intuición especial para conciliar opuestos, para jugar con los contrastes, para tocar ámbitos de emoción más amplios, más universales.

Cuando una banda de esta envergadura decide dar un giro completo a la dirección de su música, pueden pasar muchas cosas, pero principalmente que el nuevo disco te guste o que no te guste. Hay un montón de factores que pueden influir en eso, pero juegan un importante papel las expectativas, ya lo sabemos. Por eso, en mis primeras escuchas de Heritage, estaba extrañamente confundido; porque, aunque sabía del cambio con antelación, en el fondo esperaba el death metal progresivo en el que Opeth eran maestros y que, ya en Watershed, no había resultado tan atinado a mis oídos como en el pasado. Al principio, pues, Heritage me pareció disperso, porque no encontré las sólidas estructuras familiares, la apabullante intensidad de "Bleak" o "Reverie / Harlequin Forest".

Paradójicamente, siempre había esperado en cierto modo que Opeth tomaran este camino: un Opeth sin voces guturales, más progresivo que extremo. Con las escuchas sucesivas, llegó un mayor reconocimiento de lo que el disco ofrecía. Siguen siendo Opeth, tan buenos como siempre, tal vez mejores en algunos aspectos. Ya no se trata del mismo uego, así que no tiene sentido juzgarlos en base a las viejas reglas. Si insistimos en colgarle etiquetas, digamos que ahora tocan rock progresivo, pero no del que repite sin alma viejos esquemas, sino del que suena actual, original y auténtico. Porque no sólo sigue muy presente el familiar toque de oscuridad, melancolía y misterio, sino que la influencia del metal es palpable, a pesar de que haya menos distorsión. Otro aspecto notable es que en su música hay más luz y ventilación que nunca, lo cual está muy bien.

Heritage es un disco que crece prodigiosamente a cada escucha, una vez que dejas de añorar su viejo sonido y empiezas a ver lo buenos que siguen siendo en lo que hacen. Porque, a fin de cuentas, tanto esto que hacen como aquello que hacían, es rock. Y Heritage es un magnífico disco de rock, con algunos temazos evidentes y adictivos como "The Devil’s Orchard" y "Slither", y con mucha calidad compositiva e instrumental a lo largo de todo el disco, en el que se nota creatividad, tranquilidad y libertad. Aunque hay momentos intensos, la épica ha dejado paso a una exploración más sosegada, a veces atmosférica. Opeth han demostrado, en este sentido, ser capaces de dar un paso más allá de donde estaban asentados, dejar atrás lo conocido y atreverse a hacer algo nuevo inspirados en distintos referentes. Aunque es pronto para ver si llegará a ganar la profundidad de los clásicos, Heritage es un disco sobresaliente que, independientemente del éxito que llegue a cosechar en un público dividido por el desconcierto, es sin duda uno de los más importantes del año y supone, tal vez, el inspirado comienzo de una nueva etapa para una de las bandas más importantes de nuestro tiempo.

[el alucinante vídeo de "the devil's orchard" / opeth / heritage en roadrunner]

viernes, 14 de octubre de 2011

Biosphere, N-Plants


(Touch, 2011)

Aunque sabemos que es mejor dejar las expectativas de lado para apreciar libremente una obra de arte, suele resultar difícil, ¿verdad? Siendo un rendido admirador del señor Geir Jenssen y su proyecto Biosphere, acogí la noticia de un nuevo disco con alegría, aunque algo oscurecida por la temática nuclear y la conexión (premonitoria) con el desastre de Japón. Por alguna razón, me dio la impresión de que podía ser un disco más limitado que los anteriores, y además parecía estar alejado del rollo "ártico", que no por resultar ya una etiqueta tópica deja de ser un estilo que este señor sabe llevar mejor que nadie.

Llegó N-Plants y las primeras escuchas fueron algo decepcionantes: me pareció plano, gris, repetitivo, aburrido, ¿qué pasaba? Que esperaba al Biosphere conocido, sin más. Además, el disco me sonaba amargo, quizá por recordarme el triste desastre, o quizá porque el autor captó algo ominoso relacionado con el asunto, quién sabe con estas cosas... El caso es que, pasado un tiempo, tras dejarlo reposar, me suena mucho mejor. De hecho, su simplicidad es sólo aparente; en otras palabras, no tiene por qué ser negativa. Aunque Jenssen parece haber optado aquí por trabajar con patrones rítmicos simples y estructuras y composiciones más electrónicas y conservadoras, un poco en la línea del ambient techno de sus primeros trabajos de los 90, sigue notándose su toque especial a la hora de evocar estados anímicos con gran sensibilidad, tal vez de forma más sutil y escondida, pero efectiva si le das tiempo.

Es necesario abordar este disco sin prejuicios, olvidarse de sus otros trabajos, para poder apreciarlo con justicia. Es entonces cuando empieza a crecer, y reconoces de nuevo lo bueno que es Geir Jenssen en lo que hace, su habilidad y su genio. Y es que las expectativas pueden impedirte ver y disfrutar de una obra cautivadora.

[Gracias, Andrea, por traducirme las palabras de "Monju-1", un momento del disco muy emotivo y sugerente: "watashi (yo), sore wa watashi (eso soy yo), watashi o (que es yo en posición de complemento directo como "a mí")". A mí me dice cosas interesantes.]

[escucha "Monju-1" / biosphere / n-plants en touch]