sábado, 31 de marzo de 2012

Apenino & Árbore, Animals Are Not Things!


(Microphones in the Trees!, 2012)

Cualquier cosa que uno diga sobre música es siempre inadecuada. En el caso de este disco, que me transmite tantas cosas buenas, no sé por dónde empezar ni qué decir sin ser infiel a la muda expresión de su belleza, que no necesita de palabra alguna. Lo primero, es el quinto disco de Rafael Romero y la segunda colaboración con Apenino. Aquella primera de 2005, bajo el nombre de Raro & Apenino, fue un disco brillante y único, en cierto modo relacionado con ese nuevo folk libre y explorador que salía a la superficie con fuerza en Norte América y que en España no acabó de hacerse tan visible para los medios, pero que sigue muy vivo como lenguaje, muy abierto a la creatividad y a transmitir cosas muy especiales. Y con esto vuelvo a Animals Are Not Things!

Puedo empezar diciendo que fue compuesto en honor a los animales que sufren, porque lo cierto es que se nota. Toda música transmite una emoción, una vibración, que el músico imprimió a sus notas y que tú recuperas de la frecuencia adecuada, si te resuena, si conectas a un nivel similar. Este disco me transmite paz, calma, compasión, ternura, con una efectividad intensificada por su sinceridad, por su frescura, por su espontaneidad y su falta de artificio. Además, da la impresión de que no ha habido una excesiva preocupación por encontrar la toma perfecta, sino que prevalece un respeto por la música tal cual es en su perfecto surgir natural. Esta sensación de naturalidad, de autenticidad, se ve apoyada por la presencia de grabaciones de campo en el fondo de casi todo el disco. Pajaritos, la brisa, los árboles, aleteos, grillos, y por supuesto ladridos, lametones, maullidos y ronroneos, qué maravilla.

El disco empieza en un nivel astral con la jam rítmica, hipnótica de "Este es el espíritu", salpicada de toques de cuenco tibetano, trayendo a la memoria las excursiones free de Greta (2007). Pero el tono, sin embargo, se vuelve más familiar, melódico y terrenal desde "Mapita". Bonitas melodías de guitarra preñadas de ternura, acompañadas a veces de otros instrumentos (ukeleles, kalimba, mini cémbalo). "Little Kirby Blues" me invita especialmente a volver a ella una y otra vez, tan bien se está entre sus acordes, con esos ladridos tan bien plantados, tan graciosos en su momento perfecto, como la vida misma de bonita. Cada una tiene su reflejo de la belleza que capta el disco, de modo que hay mucha variedad, al mismo tiempo que un evidente lenguaje común: a medio camino entre el raga folk y la canción tradicional de guitarra al sol. "Petula" trae de pronto la dulce voz de Mónica Vacas (Mus), y descubres que las palabras, en este disco, son escasas pero pura poesía. Después, la colección cambia un poco de ritmo con "Choiva", un tema que empieza sonándome un poco al dibujo paisajístico del dúo americano de ambient Mountains, con las grabaciones de la naturaleza en primer plano dando paso a la guitarra sosegada de Rafa. "Ngetal" continúa en ese tono pastoral calmado, adentrándose aún más en la quietud y el silencio para desembocar en un raga de pradera agitada por el viento, cada vez más impresionante, hasta que deja paso a "Pachocas", la otra canción cantada por Mónica Vacas: nana, poesía, ternura, sensibilidad de quedarse sin palabras, no te vayas jamás... "Tini Mandarini" trae de vuelta la cara más animada del disco y por último, en "Held" y "Trains Across the Sea", versiones de Bill Callahan y Silver Jews respectivamente, Rafa reinterpreta con su voz íntima y cálida las originales, aportando un tono cercano, muy de estar ahí, bien, entre amigos al aire libre, con la brisa.

Es tal la luz, el amor y la calidez que la música de Árbore transmite aquí, que uno se siente como abrazado, como en ese estar bien en el campo porque sí, con el sol calentando y la naturaleza viva respirando y sonando en ti, en el mundo, y tú en el mundo y el mundo en ti. El título del disco, las palabras de presentación del autor, no dejan lugar a dudas: habla de los animales que sufren, que no son cosas y no tienen voz entre los humanos; tú eres su voz. Para vivir desde ese respeto y con esa conciencia de cuidar, hay que conectar con algo profundo en nosotros, ahí donde toda la vida se revela interconectada y amorosa. Esa conexión es lo que me sugiere y transmite este disco, y eso es lo que lo hace tan especial y sanador y tan de agradecer.

[escucha y descarga gratuita en su bandcamp]

jueves, 29 de marzo de 2012

Pink Floyd, The Dark Side of the Moon


(Harvest, 1973)

Pasas años escuchando ocasionalmente, como de puntillas, un disco que no acaba de decirte mucho. Y de pronto, lo escuchas una vez de otra manera, como a otro nivel, o como por primera vez. Le prestas toda tu atención, te sientas a escucharlo, a verlo. Y es totalmente otro.

Entonces, ocurre que te sumerges en una atmósfera espacial, rica en sonido y en luminosidad sutil, te conmueves con versos sencillos pero profundos, abiertos a sentidos múltiples, flotas en un mar de sintetizadores cósmicos y caricias  que van y vienen de las guitarras perezosas de David Gilmour, y entonces llegan los coros energéticos, y ese saxo, y hacia el final de "The Great Gig in the Sky", la emoción aflora, lo sientes en esas raras lágrimas de goce artístico. Ni siquiera "Money", que siempre te había parecido un poco fuera de lugar, desentona; al contrario, está perfecta en su sitio, y te hace bailar en el asiento. La lenta maravilla de "Us and Them" está más allá de las palabras y te lleva, con sabiduría, arriba y abajo y otra vez hasta que llega otro viento cósmico y se te lleva de viaje a la siguiente estación.

Entiendo por qué tanta gente se ha conmovido con este disco. Es un viaje corto pero intenso, una obra inspirada que sugiere grandes cosas. A veces, ocurre con los discos encumbrados que pasas de largo, por alguna extraña ilusión, y a lo mejor te pierdes una maravilla. Este confirma que en los 70 había algo en el ambiente.

[live in london 1974 / pink floyd official site]

martes, 20 de marzo de 2012

Chelsea Wolfe, Ἀποκάλυψις



(Pendu Sound, 2011)

Cuando en el bosque, en medio de la noche, atraviesas unas cortinas rojas aparecidas de la nada, pueden pasar cosas. Nada te prepara, sin embargo, para algo como esa amiga que te acuchilla con sus gritos. De manera parecida empieza este disco. Ella me mete el susto en el cuerpo, me acojona para que le preste toda mi atención. Lo deja bien claro: no se anda con tonterías, esto es un asunto serio. Y entonces entra en escena.

Está oscuro, muy oscuro, de pronto unas pocas velas arden con luz roja y tenue en la estancia, y ella canta con su banda, exclusivamente para mí, aquí, en la oscuridad, donde nunca sabes lo que puede estar acechando. Su voz arrastra canciones enigmáticas de dolor, misterio, plegaria y contemplación, acompañada del sonido sucio, crudo y real de su banda de rock lento de almas perdidas. Hacia el final, descubro que no... hay... banda. Sólo ella, perdida en la oscuridad. He visto sus ojos, brillantes como el sol; voy tras ella, caminando en la noche cerrada, con su canto guiando mis pies entre las raíces del bosque, entre las velas apagadas en el suelo de la estancia.

Hay que escuchar este disco para creerse lo bueno que es. Aquí hay un cruce extraño de doom y folk con una sensibilidad y una magia que sólo una mujer es capaz de transmitir. Aquí hay gótico primario, carnal, experimental, original. Pero ninguna etiqueta le hace justicia. Aquí no hay melancolía, hay oscuridad profunda y comprometida, con leves pero luminosos resquicios de esperanza. Alucinante y peligrosamente adictivo.

Isole, Silent Ruins



(Napalm, 2009)

Tras el gran Bliss of Solitude, Isole regresan aquí con un disco en la misma línea: un doom épico que parece recoger el fuego sagrado de la tradición de Candlemass y Solitude Aeturnus, pero que integra también ingredientes diversos, como partes rápidas y técnicas que recuerdan al progresivo o al death melódico, y toques de guitarra folk a la escandinava. Hay hasta un gran final en plan funeral doom, que es de los pasajes de ese palo más intensamente oscuros y emotivos que he oído. La voz limpia es precisa y diáfana como siempre, y los toques guturales son utilizados con mesura y en su justo lugar, como de costumbre. Tal como ocurría en el anterior disco, el nivel compositivo general de las canciones me parece bastante bueno, pero algunas destacan excepcionalmente; en este caso, "Dark Clouds" me levanta de la silla. Parecen tener la excelencia al alcance de la mano.

sábado, 10 de marzo de 2012

intro

El blog empieza aquí. El archivo dice que no, que en realidad empezó en 2006, pero eso es porque he recopilado cronológicamente todas las reseñas de discos que publiqué en un desaparecido blog anterior.

La música es un misterio, extrañísimo además si te paras a mirarlo, así que las cosas que uno diga sobre ella son una tontería, pero también puede ser un juego, si no te las tomas en serio. La idea principal es seguir escribiendo tonterías sobre la música que disfruto, ahora en un sitio fijo y con más asiduidad.

El título puede significar muchas cosas. Para mí, significa. Además, "hay muchas cosas que empiezan por D".

Gracias por leer, y siéntete libre de comentar, sugerir, criticar, o lo que te apetezca, como en tu casa.