domingo, 15 de diciembre de 2013

Mountains, Centralia


(Thrill Jockey, 2013)

Mountains es uno de los proyectos más importantes surgidos de la escena del ambient electroacústico de la década pasada. Con una propuesta de partida próxima en lo técnico a la de otros grandes representantes de la escena, como Fennesz y Tim Hecker, la de combinar el sonido acústico de los más variados instrumentos físicos con las posibilidades casi ilimitadas de la electrónica digital en el marco de un drone en constante evolución, su trabajo se caracterizó desde un principio por una orientación espiritual distinta, más positiva, calma y armónica que en general la que aquellos exploraban, y por un uso mayor de grabaciones de campo, recogidas de las producciones sonoras de la naturaleza, como el murmullo del agua en sus más variadas modalidades. El resultado de esta propuesta inicial, plasmado en el homónimo disco de debut de 2005, y un año más tarde en el precioso y paradisíaco Sewn, era una música relajante, verde, eufónica y ambiental al tiempo que experimental, compleja y rica en texturas, un matrimonio exquisito entre un compromiso con la belleza casi pictórico, y la sutil e intrincada ingeniería sonora de los artistas electrónicos de su generación.

Choral llegó en 2009 y fue un paso adelante tanto en la evolución musical del proyecto como de cara a hacer más visible el trabajo del dúo. Enraizado con coherencia en sus trabajos anteriores pero más ambicioso, llevaba las cosas mucho más allá dando a su propuesta original una orientación más pop, tal vez más cercana al post-rock pero sin sus excesos, dando una nueva profundidad emocional a sus cada vez más ricos y bellos paisajes sonoros. Fue en todo caso el salto a un público más masivo, en parte gracias al paso de la producción independiente a la mayor distribución posibilitada por su nueva casa Thrill Jockey. En mi opinión, el ambient glorioso de Choral queda como uno de los discos más redondos, necesarios y fundamentales de la electrónica de la década, junto con el Endless Summer de Fennesz y los trabajos de Stars of the Lid.

El progreso del dúo siguió por caminos distintos en Air Museum, dejando atrás la electroacústica digital y abriéndose a las posibilidades del retorno de la electrónica analógica. Fue un disco diferente, que seguía siendo rico y orgánico en su diálogo sonoro pero con un sonido más frío y espacial, en algún momento incluso rítmico y mecánico, que en todo caso no resultaba tan cautivador como las emocionantes oleadas marinas de Choral. Por este motivo, muchos que habían conocido a Mountains con el disco anterior se sintieron decepcionados y se echaron para atrás, privándose de la calidad que sin duda el nuevo trabajo tenía. Mountains han hecho gala siempre de una renovación constante de su música, siempre en busca de nuevos caminos, de un nuevo lenguaje, lo cual es el sino (para bien o para mal) de la electrónica de vanguardia. Pero el camino que han tomado es muy diferente de aquel otro más oscuro y denso de artistas hoy aclamados como Tim Hecker. Tal vez por eso, me da la impresión, aquel cuenta con un público entusiasta cuantitativamente mayor, porque la oscuridad y la densidad son de esas cosas que más resuenan en el mundo de hoy; mientras que la música de Mountains, no menos interesante artísticamente, se presta menos a la satisfacción inmediata del oyente casual.

Por fin, Centralia es la última manifestación de esa evolución. Y suena, en cierto sentido, como un compendio de todo lo anterior. Hay un cierto retorno al ambient electroacústico de guitarra introspectiva de sus primeros tiempos, pero aún está presente el sonido analógico de los últimos años. Es como si hubieran puesto en la paleta todos los recursos que han venido utilizando en distintas etapas, para pintar una serie de cuadros, entre descriptivos y narrativos, que hablan como entre velos de sueños, de un viaje nebuloso e hipnótico a algún planeta extraño o a alguna isla misteriosa de arena blanca, o... Cualquier escenario surrealista que tu imaginación recree al escuchar su música puede ser válido. Y ahí está, creo, la principal diferencia con los discos anteriores. Nunca hasta este trabajo me había parecido la música de Mountains tan espacial, y no me refiero al espacio exterior, sino a la espacialidad, a la extensión terrenal y palpable. Su música, esta vez, me habla más que nunca a la imaginación en términos espaciales, pero de una manera vaga y confusa, por lo que me es muy difícil describir los paisajes que me recrea. Son paisajes cálidos y fríos al mismo tiempo, de una gran isla desértica, con diferentes relieves y ríos y arenas y partes cubiertas por el hielo y atmósferas vaporosas y densas en el cielo. Es una música geológica y aérea y desconcertante, por decir algo.

Un ambient, en general, cálido y bello y tranquilo como siempre, con algunas sorpresas, como algo de distorsión casi doom en esa guitarra más versátil y audaz que nunca, y un final muy evanescente y casi casi neoclásico. Para apreciarlo bien, hay que darle muchas escuchas, por lo que muchos seguramente lo dejarán de lado o lo valorarán negativamente sin darle la oportunidad de mostrar su riqueza. Al menos en mi caso, es un disco que empezó dejándome algo perplejo, ha crecido muy lentamente a lo largo de los meses, y finalmente me ha ido calando como un disco disfrutable y de gran calidad, no por cierto de esos que revolucionan tu vida o te enganchan como una droga, pero sí altamente satisfactorio y agradable como disco ambiental. También está el factor conexión. Una vez conectas con el sonido y el espíritu de una banda, hay un amor ahí que te permite ver lo que otros no ven. A lo mejor también es eso. En todo caso, Centralia es uno de los discos más sólidos y bonitos que he escuchado en este 2013, y lo recomiendo a cualquier aficionado al ambient y demás ritmos lentos y expansivos placeres auditivos del siglo XXI.

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