(2013, Metropolis)
El trance es un estilo poco masivo y poco conocido pero, cuando uno se acerca a él, se encuentra con un terreno sorprendentemente creativo y evolutivo. No concuerda con la imagen tópica que uno pueda haber mantenido de sus tiempos de formación en los noventa: la de esa música de baile repetitiva, simple e hipnótica que a los oídos no entrenados no parecía muy distinta del techno puro y duro de las pistas de baile. Lo de repetitiva e hipnótica desde luego que sí, pero no siempre simple. Desde muy pronto, los artistas del género empezaron a evolucionar y a experimentar en una línea muy distinta a la que tomó ese otro gran género de la electrónica experimental que, partiendo del techno y del ambient, resultó en una relativamente exitosa IDM que hoy en día parece en crisis. En lugar de extremar la complejidad rítmica y la exploración de las texturas y los ambientes, el trance que nos interesa aquí (Goa, psy) tiró por la psicodelia y la fusión con la world music. Por mi parte no conozco ni una pequeña parte de la escena, excepto unos pocos nombres, sobre todo dos: Juno Reactor y Hallucinogen, el segundo de los cuales evolucionó pronto a ese otro proyecto fundamental, con parámetros más downtempo y con fuertes influencias de la world music, llamado Shpongle.
En cuanto a Juno Reactor, más anclado en las raíces techno, aunque igualmente versátil y abierto a la fusión intercultural y la experimentación, mantuvo siempre un sonido particularmente oscuro y como de ciencia-ficción, con el que participó en varias bandas sonoras de películas de los noventa, especialmente en la trilogía de Matrix. Sus temas para Matrix: Reloaded y Matrix: Revolutions, que mezclaban un moderno trance frío y oscuro con el sonido fílmico orquestal del compositor Don Davis, dieron un tono gloriosamente épico a algunas escenas de estas dos películas, de las que algunos aún recordamos el asombro. Estas composiciones se incluyeron en 2004 en el disco Labyrinth, acompañadas de otras en la misma línea. Un disco muy cinematográfico y espectacular, con esa combinación de techno de orientación trance, música clásica, coros, rock y fusión étnica. Tras una espera de cuatro años, llegó Gods & Monsters, un disco raro, irregular y muy poco trance que dejó a muchos desconcertados; aunque el cambio podría haber sido bueno, de hecho en aquel momento no me dijo mucho.
Con The Golden Sun of the Great East, casi todo el mundo parece haber quedado contento. Juno Reactor vuelve a recuperar su sonido reconocible, enraizado en el Goa trance de sus discos anteriores a Labyrinth pero incorporando al mismo tiempo el trabajo hecho desde entonces, a veces con guiños directos a algunos pasajes de su trabajo para Matrix. Todo eso parece haber sido integrado con muy buen tino y con creatividad, porque los nuevos temas me suenan familiares al tiempo que novedosos y, lo más importante, piden más escuchas. Hay un poco de todo aquí, partes más bailables y otras más tranquilas, tonalidades frías y oscuras y sonidos de ciencia-ficción, por un lado, y una buena ración de música india y vibraciones positivas, por otro. "Final Frontier", el primer tema y carta de presentación del disco, incluso tiene una bastante clara reminiscencia a Vangelis. Esta canción es claramente la más memorable, con su vocación de himno en ese progresivo crescendo de diez minutos que, según tu disposición, puede llegar a ser emocionante.
En resumen, me parece un buen disco de este proyecto que, aun jugando en unos parámetros bastante bien definidos, sabe moverse con libertad y creatividad sin caer en la mera fórmula. Aunque sin duda alejado del gusto mainstream del underground de la electrónica (¿tiene eso algún sentido?), dentro de la escena psytrance es sin duda esencial. Para mí, de la electrónica rítmica más disfrutable del año.
No hay comentarios:
Publicar un comentario