martes, 20 de diciembre de 2011

Reverend Bizarre, In the Rectory of the Bizarre Reverend


(Sinister Figure, 2002)

Llegué entre las sombras y el aquelarre me envolvió con su laureada invitación: "Empieza el baile, ¿no te unirás a mí?". Los bosques oscuros me absorbieron en su red de sueños, y las palabras del sombrío bardo se clavaron finalmente en la presa, atrayéndola, amándola: "Este es un viaje a un mundo mejor", decí­a. No le creí­, pero le entendí­ y le acompañé, y la belleza del jardí­n lo fue todo en su lento devenir.

En la claridad de este aquelarre, puedes oí­r el crepitar de las texturas, sentir el temblor, la vibración de la energía de los instrumentos. Todos los músicos son brujos muy conscientes que tocan con esmerada atención, pues la lentitud es una religión y vierten en ello todo el poder, sin guardarse nada. La voz de Albert guí­a el viaje con emoción y energía, y cada una de las tonadas guarda para ti el placer secreto del estremecimiento. A veces, el baile se agita y se acelera, hiperventilando tu alma danzante con los vapores del ritmo de eras lejanas.

El fin se acerca. "Cirith Ungol", la última canción del bizarro bardo, te traslada al penoso tramo final de aquel viaje definitivo a través de Mordor, y puedes sentir cómo se extienden las sombras, lentamente, en sus yermas tierras, y entrevés quizás el negro más profundo que precede al amanecer. Y experimentas, sin juzgarlo, permitiéndote sentirlo, lo bello, lo cálido de lo oscuro, el reverberar inquietante y reconfortante que resuena en las tinieblas: Dooooooom... Es un viaje que se demora, que no termina nunca, y sin embargo es hermoso y agradeces cada paso, y al fin llega el nuevo dí­a y somos libres, y no hay nada más que decir.


No hay comentarios:

Publicar un comentario