sábado, 5 de mayo de 2018

Max Corbacho, Nocturnes II




Conocí a Max Corbacho con su disco The Ocean Inside. Por entonces quedé impresionado por la profundidad y la belleza de sus composiciones, y por la maestría artesanal que revelaba el resultado final de su trabajo. Lo más importante es que los paisajes sonoros de ese viaje imaginal a las profundidades del océano interior fueron envolviéndome y empapándome cada vez más a través del tiempo, convirtiéndose para mí en una obra esencial del ambient actual, y su autor, en una figura referencial y fuente de inspiración. Por lo cual he seguido cada uno de sus discos subsiguientes con mucho interés y anticipación. Desde entonces y antes de este Nocturnes II, ha habido cinco, y todos se han mantenido fieles a ese lenguaje tan personal de Max, tan lírico y contemplativo, así como a su excelencia como artífice de paisajes sonoros.

Pero lo que vuelvo a encontrar en esta segunda entrega de la serie Nocturnes es esa emoción especial, ese brillo o esa conexión que viví con The Ocean Inside. Este es un gran disco que vuelve a confirmar a Max como uno de los grandes de la escena del ambient mundial. Soy consciente de que serán necesarias muchas escuchas para ir penetrando en sus abismos, pero ya puedo intuir ese algo especial que me hace volver a él una y otra vez. Esta música es increíblemente relajante. Tal vez es eso, que aquí reencuentro al Max Corbacho más atmosférico y expansivo, ese que me subyugó con una pieza tan alucinante como "Towards the Bottomless Sea". Esto lo noto especialmente en los tracks primero y último, "Celistia" y "Moon Apparition", que son los más extensos, pero el tono se mantiene a lo largo de todo el disco. Es como disolverse en el espacio, como contemplar la anchura del cielo estrellado, de horizonte a horizonte, y perderse en la abierta infinitud de su bóveda. O como flotar en un no-lugar, sin límites, iluminado por la suave luz de la luna, o de una luminaria interior. Porque su música siempre me habla del mundo de dentro, del espacio interior. Y la noche que explora en sus Nocturnes es tal vez esa noche del alma, una que sólo ella percibe, acaso ante la belleza de la noche exterior, tan poblada en este disco de sonidos grabados de su natural y viva expresión. La magia es adentrarse en ese mundo en la soledad de tu escucha. Esa apertura que ofrece la música es un regalo, siempre de agradecer. La música es un portal a otros mundos, o esa es la música que a mí más me toca y me transporta. Gracias a ella y a su autor por tan gratas experiencias.

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