martes, 13 de noviembre de 2007

Espers, II


(Drag City, 2006)

Espers es una de las bandas que emergieron de la ola de folk psicodélico, libre, vanguardista y raro de esta década. Pronto destacaron pero, para mí, es en este disco donde alcanzaron las nubes. Bebieron, como otros, de las fuentes del folk psicodélico de finales de los sesenta y principios de los setenta. Contaban (y cuentan) con ciertas virtudes muy especiales: talento y técnica en abundancia, una conexión con el auténtico espíritu de la música que revivían, y la notable capacidad de explorar y crear algo nuevo partiendo de la tradición.

En II, Espers tejieron una obra sólida, compuesta de siete canciones que exploran una música apacible que oscila entre la luz y la oscuridad, moviéndose por terrenos estrellados de penumbra y quietud. Hay aquí un uso inteligente, diestro y discreto de voces, instrumentos y sintetizadores clásicos al servicio de bellas melodías y pasajes psicodélicos. El grupo, lejos de limitarse a imitar el pasado, lo hace suyo y ofrece, enraizado en la tradición musical de la que se empapa, una obra hermosa y original con un raro sentido de la sobriedad y la medida.

"Dead Queen" comienza con discretos sonidos de sintetizadores como destellos en la bruma. Son heraldos que vienen a anunciar la llegada de la guitarra acústica que, dibujando un paisaje folk de trazos lentos y misteriosos, te introduce poco a poco en un mundo estético de ecos medievales. Llegado el momento, una voz femenina comienza su juglaresca historia al unísono con la guitarra, seguida de más cuerdas que suben y bajan acariciando tus oídos con morosidad, recreándose una y otra vez en preciosos dibujos en armonía sobre la misma base. "Widow’s Weed" comienza más ácida, chirriante y tenebrosa, con una percusión más rock y la misma promesa de tierras extrañas por explorar. El grupo sigue aquí deleitándose en la belleza de los acordes y punteos, preparando el camino a una Meg Baird cuya voz hechizante te hace sentir cada vez más mecido por una cálida penumbra. "Cruel Storm" sigue jugando con el doble protagonismo de la voz y las guitarras, siempre repitiendo el mismo dibujo, fluctuando entre la melancolía y una paz que emerge imprevista de la oscuridad. Aquí como en el resto del disco, la progresiva aparición de instrumentos y efectos llega en su justa medida y contribuye eficazmente a la intensificación del sentimiento sin caer en la pose dramática. "Children Of Storm" es una triste balada cantada a dúo con la voz masculina, que hace su aparición con análoga suavidad, desembocando ambas en deliciosas armonías vocales que inciden una y otra vez en la exploración de una melodía preciosa, haciendo que 8 minutos y medio pasen en un suspiro. Le sigue "Mansfield and Cyclops", otra perla en un collar de canciones bonitas. En esta, la psicodelia alcanza uno de sus momentos más notables. "Dead King" empieza en un terreno muy folk, con flauta y una melodía con sabor tradicional que te arrastra, sorprendentemente, a un corto pasaje que se expande más adelante, con cambio de ritmo y unos sonidos de sintetizador que me recuerdan, por su sabor, a "The Court Of The Crimson King" de King Crimson; es también, hacia el final, uno de los pasajes más densos y oscuros. La banda cierra con "Moon Occults The Sun", folk y psicodelia con voz masculina y un final en calma marcado por sus acordes más serenos.

Descubrí a Espers como una rareza en tiempos de prisas e inmediatez pop. Fue un valioso hallazgo encontrarse con una banda que, sin circunscribirse a la escena progresiva, se tomaba su tiempo para contar historias de larga duración y recrear, lentamente y con amor al detalle, paisajes y ambientes poéticos como los que II contiene. Pasados los años, sigue sonando fresco y misterioso. Es, en fin, un disco con sabor a clásico que enamora, lleno de magia, belleza y un encanto como de otro tiempo. Me parece uno de los más bonitos y mejores discos de lo que llevamos de década, una obra de arte. Para colmo de dichas, los componentes que forman Espers son, uno por uno, músicos increíbles que no hacen sino seguir mejorando, involucrándose en proyectos afines y ganando experiencia, creciendo y dando amor al arte. ¿Quién sabe las joyas que aún regalarán?

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