sábado, 22 de octubre de 2011

Opeth, Heritage


(Roadrunner, 2011)

No hay duda de que Opeth se ha ido convirtiendo, a lo largo de la pasada década, en una de las bandas de metal más grandes de los últimos tiempos, si no en la más grande. Discos como Blackwater Park y Ghost Reveries son ya clásicos que han atraído a una multitud de nuevos oyentes y, lo que es más significativo, a una gran variedad de nuevos oyentes. Pienso que esto se debe a que, en algún momento, Opeth trascendió el estilo musical en el que se había formado, escapando a las limitaciones del metal extremo y dándole a la vez una nueva dimensión, no sólo mediante las técnicas del progresivo que incorporaba en sus composiciones, sino quizá principalmente por un talento o una intuición especial para conciliar opuestos, para jugar con los contrastes, para tocar ámbitos de emoción más amplios, más universales.

Cuando una banda de esta envergadura decide dar un giro completo a la dirección de su música, pueden pasar muchas cosas, pero principalmente que el nuevo disco te guste o que no te guste. Hay un montón de factores que pueden influir en eso, pero juegan un importante papel las expectativas, ya lo sabemos. Por eso, en mis primeras escuchas de Heritage, estaba extrañamente confundido; porque, aunque sabía del cambio con antelación, en el fondo esperaba el death metal progresivo en el que Opeth eran maestros y que, ya en Watershed, no había resultado tan atinado a mis oídos como en el pasado. Al principio, pues, Heritage me pareció disperso, porque no encontré las sólidas estructuras familiares, la apabullante intensidad de "Bleak" o "Reverie / Harlequin Forest".

Paradójicamente, siempre había esperado en cierto modo que Opeth tomaran este camino: un Opeth sin voces guturales, más progresivo que extremo. Con las escuchas sucesivas, llegó un mayor reconocimiento de lo que el disco ofrecía. Siguen siendo Opeth, tan buenos como siempre, tal vez mejores en algunos aspectos. Ya no se trata del mismo uego, así que no tiene sentido juzgarlos en base a las viejas reglas. Si insistimos en colgarle etiquetas, digamos que ahora tocan rock progresivo, pero no del que repite sin alma viejos esquemas, sino del que suena actual, original y auténtico. Porque no sólo sigue muy presente el familiar toque de oscuridad, melancolía y misterio, sino que la influencia del metal es palpable, a pesar de que haya menos distorsión. Otro aspecto notable es que en su música hay más luz y ventilación que nunca, lo cual está muy bien.

Heritage es un disco que crece prodigiosamente a cada escucha, una vez que dejas de añorar su viejo sonido y empiezas a ver lo buenos que siguen siendo en lo que hacen. Porque, a fin de cuentas, tanto esto que hacen como aquello que hacían, es rock. Y Heritage es un magnífico disco de rock, con algunos temazos evidentes y adictivos como "The Devil’s Orchard" y "Slither", y con mucha calidad compositiva e instrumental a lo largo de todo el disco, en el que se nota creatividad, tranquilidad y libertad. Aunque hay momentos intensos, la épica ha dejado paso a una exploración más sosegada, a veces atmosférica. Opeth han demostrado, en este sentido, ser capaces de dar un paso más allá de donde estaban asentados, dejar atrás lo conocido y atreverse a hacer algo nuevo inspirados en distintos referentes. Aunque es pronto para ver si llegará a ganar la profundidad de los clásicos, Heritage es un disco sobresaliente que, independientemente del éxito que llegue a cosechar en un público dividido por el desconcierto, es sin duda uno de los más importantes del año y supone, tal vez, el inspirado comienzo de una nueva etapa para una de las bandas más importantes de nuestro tiempo.

[el alucinante vídeo de "the devil's orchard" / opeth / heritage en roadrunner]

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