(Microphones in the Trees!, 2012)
Cualquier cosa que uno diga sobre música es siempre inadecuada. En el caso de este disco, que me transmite tantas cosas buenas, no sé por dónde empezar ni qué decir sin ser infiel a la muda expresión de su belleza, que no necesita de palabra alguna. Lo primero, es el quinto disco de Rafael Romero y la segunda colaboración con Apenino. Aquella primera de 2005, bajo el nombre de Raro & Apenino, fue un disco brillante y único, en cierto modo relacionado con ese nuevo folk libre y explorador que salía a la superficie con fuerza en Norte América y que en España no acabó de hacerse tan visible para los medios, pero que sigue muy vivo como lenguaje, muy abierto a la creatividad y a transmitir cosas muy especiales. Y con esto vuelvo a Animals Are Not Things!
Puedo empezar diciendo que fue compuesto en honor a los animales que sufren, porque lo cierto es que se nota. Toda música transmite una emoción, una vibración, que el músico imprimió a sus notas y que tú recuperas de la frecuencia adecuada, si te resuena, si conectas a un nivel similar. Este disco me transmite paz, calma, compasión, ternura, con una efectividad intensificada por su sinceridad, por su frescura, por su espontaneidad y su falta de artificio. Además, da la impresión de que no ha habido una excesiva preocupación por encontrar la toma perfecta, sino que prevalece un respeto por la música tal cual es en su perfecto surgir natural. Esta sensación de naturalidad, de autenticidad, se ve apoyada por la presencia de grabaciones de campo en el fondo de casi todo el disco. Pajaritos, la brisa, los árboles, aleteos, grillos, y por supuesto ladridos, lametones, maullidos y ronroneos, qué maravilla.
El disco empieza en un nivel astral con la jam rítmica, hipnótica de "Este es el espíritu", salpicada de toques de cuenco tibetano, trayendo a la memoria las excursiones free de Greta (2007). Pero el tono, sin embargo, se vuelve más familiar, melódico y terrenal desde "Mapita". Bonitas melodías de guitarra preñadas de ternura, acompañadas a veces de otros instrumentos (ukeleles, kalimba, mini cémbalo). "Little Kirby Blues" me invita especialmente a volver a ella una y otra vez, tan bien se está entre sus acordes, con esos ladridos tan bien plantados, tan graciosos en su momento perfecto, como la vida misma de bonita. Cada una tiene su reflejo de la belleza que capta el disco, de modo que hay mucha variedad, al mismo tiempo que un evidente lenguaje común: a medio camino entre el raga folk y la canción tradicional de guitarra al sol. "Petula" trae de pronto la dulce voz de Mónica Vacas (Mus), y descubres que las palabras, en este disco, son escasas pero pura poesía. Después, la colección cambia un poco de ritmo con "Choiva", un tema que empieza sonándome un poco al dibujo paisajístico del dúo americano de ambient Mountains, con las grabaciones de la naturaleza en primer plano dando paso a la guitarra sosegada de Rafa. "Ngetal" continúa en ese tono pastoral calmado, adentrándose aún más en la quietud y el silencio para desembocar en un raga de pradera agitada por el viento, cada vez más impresionante, hasta que deja paso a "Pachocas", la otra canción cantada por Mónica Vacas: nana, poesía, ternura, sensibilidad de quedarse sin palabras, no te vayas jamás... "Tini Mandarini" trae de vuelta la cara más animada del disco y por último, en "Held" y "Trains Across the Sea", versiones de Bill Callahan y Silver Jews respectivamente, Rafa reinterpreta con su voz íntima y cálida las originales, aportando un tono cercano, muy de estar ahí, bien, entre amigos al aire libre, con la brisa.
Es tal la luz, el amor y la calidez que la música de Árbore transmite aquí, que uno se siente como abrazado, como en ese estar bien en el campo porque sí, con el sol calentando y la naturaleza viva respirando y sonando en ti, en el mundo, y tú en el mundo y el mundo en ti. El título del disco, las palabras de presentación del autor, no dejan lugar a dudas: habla de los animales que sufren, que no son cosas y no tienen voz entre los humanos; tú eres su voz. Para vivir desde ese respeto y con esa conciencia de cuidar, hay que conectar con algo profundo en nosotros, ahí donde toda la vida se revela interconectada y amorosa. Esa conexión es lo que me sugiere y transmite este disco, y eso es lo que lo hace tan especial y sanador y tan de agradecer.
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